Pretendías escribir con orden y razón, dedicar unos versos a tus musas idealizadas en
cerámica,
cerámica,
sonrientes, dando salida a la luz en un incesante goteo de sensatez.
Pretendías huir de tus indicios de locura, justificar tu persona con operatividad
mecánica,
complaciente, argumentando un sentimiento entre altivezas de madurez.
Pretendías, en esencia, descubrir la belleza, vivir a cada paso limitado por una virtud
estática,
estática,
inexistente, creando sin quererlo un hermoso vacío de escasez.